17 de julio
El único remedio para tu mal
No hay medicina para tu quebradura; tu herida es incurable; todos los
que oigan tu fama batirán las manos sobre ti, porque ¿sobre quién no
pasó continuamente tu maldad? Nahum 3:19
El sol de mediodía castiga la carretera con la fuerza del verano. Un
hombre humilde carga un saco de papas sobre sus hombros. Todos lo
conocen, en la ciudad, por su espíritu de servicio y su fidelidad a
Dios. Al cruzarse, en el camino con un muchacho incrédulo, oye la voz
socarrona: -¿Cómo sabes que eres salvo?
El cristiano sigue unos pasos adelante, y deja caer la carga. Entonces dice:
-¿Cómo sé que se me cayó el bulto? No he mirado atrás. -No -replica el
muchacho-, no has mirado atrás, pero ya no sientes el peso.
-¡Exactamente! -respondió el hombre-. Es por esa misma razón se que soy
salvo: ya no siento la carga de pecado y de tristeza, y he encontrar paz
y satisfacción en el Señor.
El texto de hoy habla de una
imposibilidad: "No hay medicina para tu quebradura", afirma el profeta.
Se está refiriendo al pecado: cuando el pecado toca una vida, la anula
poco a poco. Los estragos del pecado no aparecen intempestivamente; en
la mayoría de los casos, no. Son como los efectos que causa la lepra: en
los tiempos bíblicos, el leproso solo percibía su mal cuando su carne
empezaba a caer en pedazos; entonces, ya era demasiado tarde. El pobre
hombre tenía que abandonar a la familia, a los amigos, el trabajo, en
fin. Su futuro era confinarse, con los otros enfermos, en el valle de
los leprosos.
En aquellos tiempos, no había remedio para la lepra.
Hoy, ayer y para siempre, nunca habrá remedio humano para el pecado. No
es solo un asunto de conducta o de comportamiento: es un asunto del
corazón. Acompaña al pecador por dondequiera que vaya. La única solución
es Jesús. Y él no empieza trabajando por fuera; la fachada es lo último
que él restaura. Su maravilloso trabajo de salvación empieza donde está
el nido del pecado: en la mente. Él te brinda una nueva mente, nuevas
motivaciones, nuevos horizontes. Las cosas pasadas quedan enterradas
para siempre, y la vida empieza a partir del encuentro con Jesús.
Recuerda bien esto, a lo largo del día. Y piensa en el planteo del
profeta. "No hay medicina para tu quebradura; tu herida es incurable".
TEXTOS DEL LIBRO <<PLENITUD EN CRISTO-MEDITACIONES CRISTIANAS-DE ALEJANDRO BULLÓN>>
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