16 DE JULIO DEL 2011
No escondas tu rostro de mí. No apartes con ira a
tu siervo; mi ayuda has sido. No me dejes ni me desampares, Dios de mi
salvación. Salmo 27:9.
Julio abrió la caja con cuidado e intriga: era un
regalo que, según los primos, el tío José le había dejado antes de fallecer. A
Julio le pareció curioso que el tío se hubiese acordado de él ya que, en vida,
daba la impresión de que no sentía ningún afecto por el sobrino.
Dentro de la caja, encontró un par de guantes
forrados en piel. Como vivía en un clima tropical, no necesitaba de los
guantes, y los guardó en una gaveta. Con el tiempo, se olvidó de ellos. Algún
tiempo después, lo llamaron para trabajar en una ciudad de clima frío, y
entonces se acordó de los guantes. ¡Al fin daría uso a un regalo que siempre
consideró una burla del tío!
Al colocar la mano en uno de los guantes, sintió
algo que incomodaba el dedo pulgar. Sorprendido, vio que era un billete,
enrollado, de cien dólares. Revisó los otros dedos del guante, y descubrió que
en cada uno de ellos había un billete de cien dólares. Los billetes habían
estado allí todo el tiempo, pero él no se había dado cuenta.
El primer pensamiento que surgió en la mente de
Julio fue de arrepentimiento: ¡había estado equivocado todo el tiempo! Creía
que el tío se burlaba de él y, por el contrario, el anciano, que no había sido
un hombre rico, le estaba dejando una buena herencia.
Es el riesgo que los seres humanos corremos: cada
vez que el dolor toca a la puerta de tu corazón, piensas que Dios se ha
olvidado de ti o que no le importas. El texto de hoy muestra la oración de
David, en ese sentido: él pensaba que, en el momento del sufrimiento, Dios lo
abandonaba.
Un día, en el Reino de los cielos, con seguridad
serán aclaradas muchas cosas. Entonces entenderás que, todas las veces que
pensaste que Dios te había dejado, estaba más cerca de ti de lo que tú podías
imaginar.
Por eso hoy, sal para afrontar los trabajos que te
esperan seguro del amor de Dios. Puede haber neblina o lluvia torrencial; puede
brillar el sol o no. Pero, nada de lo que te hace sufrir nace en la mente
divina; no creas que Dios te está castigando por algo. No digas: "No
escondas tu rostro de mí. No apartes con ira a tu siervo; mi ayuda has sido. No
me dejes ni me desampares, Dios de mi salvación".
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